miércoles, 14 de enero de 2009

RESEÑA BIOGRAFICA

Originario de Viña del mar, en la zona central de Chile, Rubén, hijo de Violeta y René proviene de una familia de cuatro hermanos. En la década de los 60 los recursos económicos eran escasos pero aún, a pesar de eso, los cuatro hermanos pudieron salir adelante con sus estudios.
Rubén desde pequeño mostró afición por la música, era de aquellos niños que hacían gracia cantando la última canción del momento.
Según cuenta la Violeta, “solía cantar “Cuando calienta el sol” en la micro, sentado al lado del chofer que siempre acostumbraba tener un asiento a su costado”.

Transcurría la década de los 60 y en cada ocasión que tenía salía al escenario, a leer un texto, recitar una poesía, o a cantar. Cuando tenía 12 años formó un grupo musical que
cantaba canciones folklóricas para acompañar los bailes del grupo de danzas del colegio, la escuela Nº 94 de Quilpué.

El grupo musical, su primer amor, y algunos amigos y profesores “desaparecieron” un día en que a un grupo de poderosos se le ocurrió la idea de cambiar el destino de todo un país y su gente. Se paralizó todo, y después de un tiempo, volvió todo a “su cauce”
es decir al de “ellos”.

En la década de los 70, ya viviendo la nueva realidad del país, en plena adolescencia, la necesidad de desarrollarse artísticamente estaba siempre presente; ya fuera como iluminador, escenógrafo, payaso, etc.… lo que fuera con tal de estar cerca de un escenario. Tanto es así, que cuando acabó el Liceo y cursaba estudios superiores, se las arregló para conseguir su primera guitarra, con 18 años, por fin. Ahora solo quedaba aprender a tocarla.
Con tres o cuatro acordes, formó un grupo para una actuación única en representación del curso 101 de Mecánica industrial. La Mariana, el Jaime y Rubén, con bombo y guitarra cantaron “Los trotes de San Pedro” frente a unos 500 espectadores en el casino de la sede José Miguel Carrera de la Universidad Santa María, entre Viña del Mar y Quilpué.

Así comenzó todo, una canción tras otra iban incorporándose al repertorio; la finalidad entretener a los amigos, reunirse con ellos y pasárselo bien guitarreando.

Llegó la década de los 80 y la cosa no pintaba nada bien para los nuevos mecánicos egresados de la universidad. Los trabajos eran escasos y los sueldos ofertados no eran, lo que se dice, sueldazos. Hablamos de sueldos de 8.000 pesos para un jefe de un taller donde se confeccionaban piezas en torno o para matricería.

Ante este panorama laboral la alternativa era emigrar. En los paneles de la universidad se anunciaban trabajos en el extranjero, Brasil, Argentina, España, principalmente.
La idea de conocer otros pueblos otros idiomas como el caso de brasil, entusiasmaba a más de alguno.

Rubén, con 21 años, la carrera acabada, muchos currículos enviados y ninguna respuesta, no era la excepción, o quizás sí.
Así comenzó el gran viaje, con la música a cuestas, con la experiencia de los cuatro años anteriores, cantando y entreteniendo, sigue la senda musical que le ha marcado la vida desde pequeño.

El Trovador, así se llamaba el Púb. o el “Café concert” como se llamaba a este tipo de locales donde, a la luz tenue de unas velas, los clientes venían a oír nuestras torturas musicales. Ahí sonaba de todo, desde viejas canciones de los 50, pasando por conocidas canciones en inglés (letra inventada), o hermosas canciones de nuestros cantores latinoamericanos y por que no, las canciones de moda de la época. Era un tipo de local para los “adultos-jóvenes”, gente con un poder adquisitivo medio/alto.

Rodolfo y Ricardo eran los anfitriones, Alfredo era el director musical, un pianista que después de pasarse la noche tocando en el Púb. acudía a la iglesia de los Padres Carmelitas para acompañar las misas del domingo tocando el órgano.
Junto a estos, estaba un selecto grupo de artistas locales: el Jaimike, la Jenny, la Paty, el Lito y Rubén que tuvo el honor de ser parte del equipo hasta el último día de “El trovador”.

Después de esta experiencia, Rubén ya era un animador de café concert y tuvo la grata misión de entretener a los clientes de varios locales del estilo del descrito.
El café de Miguelo, Sería tutix, Petrus pub, El mezón con Z, Casa de campo Javiera Carrera, por nombrar algunos. Pero el restaurante “Popeye’s club” fue el que le dio la oportunidad de crear un estilo propio.
El “Popeye’s club” era diferente, para empezar no estaba en Viña del mar, como todo lo turístico sino que en Valparaíso. Para ser más exactos en el edificio de la estación del puerto. Para los que no conozcan aún esa zona, Valparaíso y Viña del mar forman un solo núcleo urbano, con dos municipalidades, uno es turístico y el otro es el principal puerto de Chile.
María Angélica lo creó, con mucha valentía y esfuerzo, dando un empujón a la oferta de ocio de la ciudad.
Por ese local desfilaron reconocidos artistas de nuestro pasado musical como: Tato Cifuentes, Los Caporales, Fernando Jiménez, Mónica de Calixto, etc. También teníamos un elenco estable de primera línea. La Cecilia nos cantaba tangos, la Bernardita nos arrullaba con sus hermosas canciones de la Violeta Parra , el grupo musical acompañaba los bailes y Rubén hacía concursos y cantaba canciones que todos pudieran corear.

Este fue el último lugar donde actuó antes de emprender el “Gran viaje”.
Cuando Rubén comenzó en este local ya había comenzado la relación con la que sería su compañera de viaje durante los próximos años.
Ivette forma parte de la historia personal y de la profesional de “un cantor viajero”, historia que ahora comienzo a relatar.

martes, 13 de enero de 2009

PROLOGO



Este relato no pretende impresionar a nadie, ni tampoco convertirse en una guía de viaje para viajeros. Es, simplemente una forma de compartir con ustedes una experiencia vivida, principalmente dirigida a los verdaderos protagonistas de este “Gran viaje” de Rubén e Ivette; ustedes, los seres anónimos que sin pensárselo dieron acogida a estos dos viajeros. Debería decir a estos “ingratos” viajeros, ya que con muchos de ustedes perdimos contacto casi en seguida después de conocernos y compartir un ratito de vuestras vidas.
Es por esto y con mucho agradecimiento, desde el corazón, que cumplo con un compromiso personal; que es contar al mundo lo que hicieron por nosotros un puñado de personas durante siete años de nuestras vidas. Lo que hicieron ustedes, Amigos.


Hoy las nuevas tecnologías nos permiten volver sobre nuestros pasos y reencontrarnos con los seres queridos que hemos dejado en el tiempo y en la distancia; también nos permite actualizar la información que dejamos de entregar en su momento y poner al corriente de nuestras correrías y destinos a todo aquel que nos recuerde y de paso divulgar unas historias de amistad, solidaridad y cariño que nos llena de emoción recordar.

Lo que leerán a continuación es una serie de historias humanas, ordenadas cronológicamente. Empezando en 1986 cuando dos Chilenos “pat’e perro” montados en dos bicimotos de 50cc decidieron dejarlo todo y se lanzaron al mundo sin saber por cuanto tiempo ni cuanta distancia recorrerían. La guitarra y las canciones habían dado sustento hasta el momento, era suficiente como para animarse y “volar”.